La rabietas de la TV





Hace mucho que no se veía una postura más infantil en la televisión.
Como usted ya se dio cuenta, desde el pasado fin de semana el duopolio televisivo transmite las pautas publicitarias de los partidos políticos.
Hasta aquí todo va bien. El problema recae en los siguientes aspectos.
El primero en la campaña de desprestigio que particularmente TV Azteca realiza en contra de nuestro sistema electoral y de pilón, si uno lo razona bien, contra nuestra democracia.
El noticiero Hechos programó el pasado viernes una nota donde se avisa, más bien, se lamenta, sobre la tormenta de spots que estaban por iniciar. El adoctrinado reportero engaña al espectador al decir que “en medio del futbol, la novela, el Supertazón, los concursos, […] se verán interrumpidos por los anuncios”.
Y si digo que engaña es porque el IFE nunca ordenó que se perturbara ninguna emisión. Es una infantil estrategia para inducir en el espectador odio hacia las instituciones electorales y, al final de cuentas, a la democracia del país, todo porque los intereses económicos de las televisoras se vieron sumamente afectados con la nueva ley electoral.
Después se comenta que hasta los niños, que no votan, tendrán que aguantar mensajes de personas que para ellos son casi “extraterrestres”.
¿Es tan malo que los infantes fomenten una cultura política? ¿Está bien que vean programas violentos pero no propaganda electoral que, por lo demás, también son vistas por adultos, ya que en cada casa con un niño, hay al menos un mayor de edad en su cuidado? ¿Acaso los menores no soportan a diario pautas publicitarias de productos chatarras, responsables, por cierto, que México sea campeón mundial de la obesidad?
Enseguida se reflexiona que todo lo anterior “sin preguntarle a usted”. ¿Acaso quisieran que existiera la figura del plebiscito o el referéndum para echar atrás las leyes?
El otro punto de ridícula pataleta, es que las televisoras decidieron meter un aviso donde advierten que la interrupción de la programación se debe a que son disposiciones del IFE.
Es casi como el niño que le pega a otro y le dice: “yo no fui, fue Teté, pégale, pégale, que el ¡IFE fue!”. ¿A poco no?
gsoriano@eleconomista.com.mx

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